lunes, 30 de marzo de 2009

Una asombrosa casualidad

Nacer es una asombrosa casualidad, simple y poco sublime como la muerte diaria de personas que entran en el sistema de tuberías del infinito bajo el signo de un horripilante silencio del que no se conocen datos. A mí nadie me envió, yo nací y mejor será no pretender justificar mi presencia en el mundo no vaya a ser que por un natural afán de conocimiento acabemos todos sintiéndonos muy tristes. Celebremos la asombrosa casualidad de nacer, me parece bien, instintivo gozar de eventos tan inexplicablemente bellos. Nacer es una casualidad, pese a todo, yo estoy en el camino; mis juicios de valor, el calibrador de la ética haciendo de pequeño observatorio del mundo son mis útiles de trabajo. Nacer es una asombrosa casualidad que nos pone a corretear en un pasillo inexorablemente corto.

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