Sueños de un trasgresor,
no le importa la anatomía sexual,
los nombres técnicos,
la historia oficial del cuerpo humano,
sólo emociones,
sólo placer.
Se consumen en silencio
sueños de un seductor,
¡qué valor!, le enseñaron en la escuela
el inglés precario del verbo to be
del ser o estar
para estar vivo y no ser
sino la mitad de un deseo,
la mitad de un latido,
la mitad de un whisky tomado a medias.
Sueña con que el exceso de diplomacia termine.
Un cuerpo desnudo jamás deja de hacer señales,
tiene en sí la tentación inaplazable
de entregarse al tacto de la humedad
sin príncipes azules ni desvelos
como en la niñez: jugábamos y nos tomaban por inocentes.