Dice mi querido amigo Ángel González que tengo mi blog abandonado, que apenas doy entrada a nuevos textos. Será que sigo siendo un niño antojadizo que crea juguetes nuevos para luego, una vez usados, dejarlos arrinconados en las esquinas. Bueno, no nos pongamos dramáticos. La vida de los poetas es muy agitada, nuestra cabeza no para, la desborda, en ocasiones, tanta ansiedad creativa por escribir y comunicar lo que está pasando tanto dentro como fuera de nosotros. Además, me halaga y mucho, tener, aunque sea, un lector fiel que se permite el lujo de "regañarme" cariñosamente por mi manifiesta holgazanería blogger. Por temas y asuntos a tratar que no sea. No me considero ni un crítico, ni un analista, los etiquetajes los dejo para otros, pero cierto es que la semana ha venido cargadita. Parece mentira, con lo que me gusta a mí parlotear y me he callado ante la dimisión del ministro Bermejo por la foto de la cacería con el juez Garzón. Pensé que ya no existía la inocencia mezclada con inoportuna fotogenia en la política. Imagino que tanto el ministro como el magistrado pensarían lo siguiente: "si no estamos haciendo nada malo, para qué entonces esconder nuestro amor". ¿No sabían que las huestes peperas atrincheradas tras el reporterismo político del diario "El mundo" estaban al acecho?...¡pobrecillos! Lo peor, el capítulo segundo a renglón seguido: Trillo celebrando la dimisión de Bermejo. Precisamente él, que resistió bajo la muralla numantina de su inmoralidad para no dimitir tras el escándalo del Yakolet 42. Esto es lo que hay. No sigo, me freno, me irrita tanta falta de memoria. Lo siento por mi amigo Ángel pero no estoy para enfadarme por cuestiones políticas. Hoy la política apesta a maniqueísmo y a oportunismo y tiene un color tan gris, que ni se le reconoce.