sábado, 5 de septiembre de 2009

Juan Carlos García Marrero

Después de un largo paréntesis de ausencia, en el que no he contestado ni asistido a las convocatorias que he recibido de amigos o compañeros escritores y pintores para estar en sus respectivos actos de presentaciones de libros o de exposiciones, anoche me acerqué a la sala de arte que Caja Canarias tiene en el municipio del Sauzal. El motivo lo merecía; la vuelta del pintor Juan Carlos García Marrero tras veinte años de invisibilidad total.

Acudo a la cita con puntualidad, me acompaña mi mujer. Me alegra saber que allí estaré bien rodeado, que serán a lo sumo dos o tres horas en las que entraré en contacto con una fauna de lo más variada. El ambiente no me decepciona y menos la calidad y altura de los personajes que deambulan o fijan su posición frente a un cuadro que observan con contenida admiración o se crean deliberados corrillos en los que se habla en voz baja o se juega a ser eternamente elegante y falsamente discreto. Eché de manos que Juan Carlos le añadiera unos cuantos renglones a su discurso. Fue breve o más bien efímero, pero a veces hay que convencerse que las palabras no lo son todo y me agradó mucho verle en los ojos una expresión de conmovedora agitación. Era su gran momento, veinte años después. No entiendo de pintura, siempre lo he dicho, y la postura impertinente de los críticos pedantes me provoca nauseas. Observo un cuadro y la conclusión es tremendamente simple: o experimento una sacudida emocional o me quedo indiferente. No me interesan las cuestiones técnicas, estas que las resuelvan los pintores.

El trabajo de Juan Carlos García Marrero siempre me ha transmitido mucha intensidad emocional, como la búsqueda continua por encontrar algo de verdad detrás de las cosas que parecen ser reales pero son simplemente una apariencia. La noche se cerró con el clásico brindis más los pinchos de tortilla, las croquetas de la abuela y los dátiles untados en queso filadelfia y una reconfortante charla con un homeópata amigo tras salir indemne de las garras feroces de la intelectualidad y la enciclopedia de historia.

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