He aquí un adolescente disfrazado de Robín de los bosques, un bello embaucador que vuela. Un hombre-niño, un poderoso campo magnético con una interminable lista de sueños. Alguien que no se somete, no claudica, que habla y convence, seduce y miente. Héroe prohibido para hombres y mujeres responsables, que pierden el tiempo en burdas ocupaciones y testarudas aspiraciones de ser perfectos.
Héroe prohibido para padres de familia que no quieren ser jefes de la prole y para mujeres normativas que clandestinamente desean convertirse en Wendy.
Todos, absolutamente todos tenemos, por lo menos, un sueño técnicamente imposible, oculto, delirante, amargamente corrosivo.
Llámalo como quieras: vuelo sin retorno, principios de locura. ¡Viva la locura! pero que sea locura por un minuto, locura breve, efímera, que no comprometa nuestras vidas, nuestros pactos y acuerdos, perdón, quería decir nuestras amorosas relaciones con los otros.
Hay incluso quienes guardan una estampita de Peter Pan en la cartera y la miran y la besan procurando no ser vistos por nadie. Peter Pan es el amor prohibido, el mal camino, la senda de la perdición, la muerte emocional por inmadurez y escaqueo las 24 horas de cada uno de los 365 días del año.
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