martes, 27 de enero de 2009

Vísceras

Ante ustedes una remota posibilidad, una realidad inalcanzable, una dulce locura. Perdí mi razón de ser. Ya no soy, ya perdí la brújula y la palabra comprender. Me muevo por impulsos, como un animal herido.

Me adentro en la boca profunda de esta isla, los bosques están hechos para jugar al escondite o para matar a alguien o para que me atrape el pánico de haber acabado por fin la gran obra personal de mi vida. Un coche sin dueño en donde una pareja de idealistas hace el amor sin ningún significado realmente despreciable. La violencia: un hospital recibe el cadáver de un joven que jugó a la ruleta rusa y celebro su osadía, que su admirable impulso por convertirse en un hombre recordado le haya conducido a la muerte. Celebro la notoriedad de la sangre, celebro que no hayan condolencias, celebro el panteón de célebres suicidas. Celebro la ley de la gravedad del atrevimiento, empuñar un rifle, disparar al aire defender el azar, el juego, la poca importancia de la vida.

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