He estado en unos cuantos talleres de creación literaria. El último al que asistí tenía como noble objetivo, enseñar a escribir a un cuantioso número de alumnos, ilusionados con obtener los recursos técnicos necesarios para poder, una vez terminado el taller de escritura, expresar sobre el papel en blanco sus emociones "correctamente". Me llama poderosamente la atención el formalismo academicista imperante, tan cercano al recetario de la técnica para construir una buena obra.
Voy a un taller literario y me hablan de recursos literarios, de tener claro cómo lograr que el mensaje sea sugerente, atrayente, creando una expectativa emocional en el lector y bla, bla, bla. Magnífico repertorio didáctico pero a todas luces insuficiente para convertirse en un buen escritor. Considero que un buen escritor es una persona que intenta no traicionarse, que sabe ver su historia vital, leerla, observarla, contarla incluso, que logra una exitosa catarsis o un auto-reconocimient esencial en el "grave dilema" de saber quién es él.
No quiero decir con todo esto, que no sean naturales las convivencias con literaturas de evasión, lo que intento explicar es que en las escuelas de creación literaria el elemento emocional, que es el único gran vertebrador de la obra literaria, vive relegado a un ámbito personal, íntimo, como dejandonos claro de antemano que nuestra historia, lo que queremos contar y que es muy útil para el desarrollo de la creatividad y finalmente para la buena transmisión del mensaje, obligatoriamente quedara confinado bajo llave en el cajón mental de nuestra privacidad.
Propongo abiertamente correr mayores riesgos. Podemos descubrir algunos buenos, excelentes, brillantes escritores salientes del apuro existencial, del vacío de no encontrar el rumbo...todos tenemos algo escondido y yo, como escritor, tengo lo mío.
Propongo el taller de escritura no como una terapia pero si como un viaje a la motivación de sentirnos vivos. Adentrémonos de una vez por todas, y hasta donde cada uno de nosotros pueda llegar, en ese conglomerado de emociones reprimidas.
Próximamente editaré el borrador de mi taller de escritura ideal.
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