Me comenta una compañera de trabajo, que hace unas semanas compró mi libro de poemas "Cuando yo era otro", que muchas de mis composiciones le habían conmovido. Una de las emociones que dijo sentir, como una constante punzada emocional, fue la tristeza.
Me sorprendió mucho la expresión de su cara mientras me comunicaba las sensaciones que experimentó durante y después de la lectura de mis versos. Era el rostro de una persona que celebra algo, el rostro de alguien sorprendido por el hallazgo humano de los restos de un hombre (que soy yo, en éste caso) cuando la tormenta pasa.
Me preguntó con un dulce gesto de asombro, qué cómo era posible que siendo tan aparentemente extrovertido y bromista y en ocasiones tonto y superficial, luego en el deseado retiro de mi escritura, me reconcentrara y reivindicara mi existencia desde la voz de un hombre que quiere saber y comprender, que se intruduce en la espesura, que llora y siente miedo, que quiere seguir con vida... le contesto: "primero fueron los versos, primero fue la escritura, todo lo demás, lo que ves en el escaparate social, es una pegajosa máscara, una tabla de salvación en medio de selva".
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