Nacer es una asombrosa casualidad,
simple y poco sublime
como la muerte diaria de personas
que entran en el sistema de tuberías del infinito
bajo el signo de un horripilante silencio
del que no se conocen datos.
A mí nadie me envió, yo nací
y mejor será no pretender justificar
mi presencia en el mundo
no vaya a ser
que por un natural afán de conocimiento
acabemos todos sintiéndonos muy tristes.
Celebremos la asombrosa casualidad de nacer,
me parece bien, instintivo gozar de eventos
tan inexplicablemente bellos.
Nacer es una casualidad,
pese a todo, yo estoy en el camino;
mis juicios de valor,
el calibrador de la ética haciendo
de pequeño observatorio del mundo
son mis útiles de trabajo.
Nacer es una asombrosa casualidad
que nos pone a corretear en un pasillo
inexorablemente corto.
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