El dolor del deseo,
su arroyo sucio,
su desorden previsible.
Existen amantes muy mediocres
que cantan victoria
colgándose la brutal insignia de los celos.
Ignoro cuántas mentiras más
han de decirse
para llamar a las cosas por su nombre.
Quienes tiemblan de miedo
y no piensan ni medio metro por encima
de sus obsesiones,
quienes repudian las palabras para resolver
lo que es natural, doméstico, reversible,
quienes creen en el amor
al modo de un universo claustrofóbico fuera de las multitudes
y rechazan los debates
ya que el amor lo justifica todo,
quienes piensan así están equivocados.
El amor puede que sólo signifique
un memorable episodio, un entreacto flexible
que nos aleja de la muerte mientras pasa la vida.
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