El CD Tenerife tiene los cinco dedos del pie derecho puestos en Primera División. 2-0 a la UD Las Palmas. Increíble resultado visto lo visto. Como en la vida misma, triunfan a veces los que menos méritos han acumulado para ello. Es igual, el deporte es un juego diseñado para entretener y no para hacer patria.
Cuando la situación pintaba mal, tras siete claros avisos de la UD Las Palmas, Richi, el madrileño larguirucho, ese jugador con expresión ausente que emitió señales de vida con una timidísima sonrisa tras el 1-0 que él mismo remató porque pasaba por allí y, posteriormente Nino, con otro gol imposible lleno de chulería, dejaron las cosas en su sitio. 2-0 y primeros en la tabla.
Seguramente miles de desempleados de distinta duración llenando las gradas. Qué más da que nos permitamos un poco de pan y circo de vez en cuando. Imagino que mis amigos tan izquierdosos como yo y tan terriblemente dogmáticos quedarán horrorizados cuando lean lo que aquí escribo. Peor siempre será escuchar al Paulino Rivero (el presidente de todos los canarios) expresar, maniatado por la euforia tinerfeñista propia de cualquier fanático al uso, la alegría indescriptible del mal político que pisa el protocolo.
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