Recibo en mi teléfono móvil el siguiente mensaje de texto: hoy viernes 15 de mayo fiesta conmemorativa del 50 aniversario de la revolución cubana. Sé que es casposamente academicista, pero me fui directo al diccionario de la RAE y busqué el término revolución. Entre muchas acepciones dos me llaman poderosamente la atención: cambio rápido y profundo en cualquier cosa/cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. Me planteo qué absurda ambigüedad la de cultura que proviene de las enciclopedias y que reiteración política, propagandística, mediática, alienante, la de sostener la pantomima revolucionaria de un poder establecido hace 50 años.
Resulta ridícula la espectacular mediocridad de la izquierda acomodada junto al calor del pañuelo palestino al cuello y tan en el papel de adoradores de mitos. La izquierda atea también tiene sus dioses, su fe en el grito lejano e histórico de los mitos es un buen ejemplo de ello.
Diría más, el socialismo de Castro fue como otros tantos socialismos un espejismo ilusorio, una invitación a la esperanza que duro dos días, ya se sabe, grandes avances: cultura y sanidad para todos y 50 años después qué queda, me pregunto yo.
La máquina propagandística de la izquierda europea siempre tan bien puesta en la foto, tan amiga del qué dirán, de competir por situarse más a la izquierda que el compañero del mismo barco.
Agradezco la invitación pero no asistiré a la celebración de tan insigne onomástica. Fundamentalmente no le encuentro sentido a festejar algo qué aconteció hace medio siglo y más cuando hoy la realidad de Cuba no es precisamente un motivo para la fiesta. Qué fácil es hablar de resistencia y dignidad desde nuestra privilegiada situación de ciudadanos del mal llamado primer mundo.
1 comentario:
Hay que reconocer que las "izquierdas" suelen mirar tan lejos... para luego darse de bruces con el mundo real. Exceso de optimismo.
No es que me gusten las derechas pero sus objetivos son tan simples y concretos que suelen "parecer" más exitosas.
Sea como sea, unos y otros han sucumbido al poder y su uso. Los políticos hoy por hoy solo se representan a sí mismos. Cada cuatro años secuestran nuestro voto y, tras considerarlo un cheque en blanco, se disponen a desplegar la política que con más probabilidades les perpetúe en el poder. Más allá de promesas electorales.
Ya no creo ni en las revoluciones proletarias (¡gracias camarada Stalin! por jodernos la ilusión), ni en los milagros económicos neocon para cuatro gatos (gatos gordos, eso sí).
PD: Por cierto, dedícale una entrada al entrañable Benedetti. Otro irrepetible que se acaba de ir.
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